La Suerte de Varas

Durante algún tiempo, se ha venido comentando por algunos medios tanto formales como redes sociales, que la suerte de varas “debe” cambiar: que la puya, debe ser menos grande tanto para hembras como para machos; que los ejemplares padecen un desgaste importante en el encuentro con el caballo y merma significativamente su desempeño en la muleta.

Sin embargo, como nos decía un médico veterinario recientemente: “aún no hemos visto que un toro requiera de transfusión después de la suerte de varas”. Con ello no quiero decir que se tenga que morir el animal en la pelea en el peto, pero sí nos brinda emoción profunda ver que un gladiador natural, como lo es un toro bravo, pelee en el caballo. Entonces ¿a quién le interesa que el toro no tenga esa acometividad en esta suerte? Incluso se ha llegado a cuestionar la presencia de los picadores en el ruedo. Además ¿qué le dice a la fiesta, en esta época, la suerte de varas? ¿No acaso la llamada tauromaquia es emoción, misma que es representada por un toro bravo que proyecta peligro a los tendidos y a los que se están frente a él? Porque los hombres, enfundados en un terno, merecen nuestro respeto y se ganan el título de héroes al torear ejemplares bravos. Y como nos decían don Ernesto Navarrete y Salazar, decano del periodismo taurino en México: “torear es el arte de lidiar reses bravas”.

El primer toro de la tarde del domingo pasado en la plaza de toros México, de la ganadería de Piedras Negras, provocó dos tumbos al caballo. No fueron caídas fortuitas o porque el picador tuviera fallos en el manejo de la suerte. Sino porque el toro, con su fuerza y pujanza acometió al cite, metió el morro en la cabalgadura hasta derribarlo una y otra vez. Y así el tenor de la corrida de los toros tlaxcaltecas. Pretender quitar la puya, minimizarla, hacerla más chica o cuestionarla, desde las labores camperas, es en el fondo restar seriedad a la propia fiesta. Puesto que, en este mundo material y frívolo, pocas cosas son tan de verdad como la bravura de un toro y quien le pueda a ella.

No hay mayor emotividad para un apasionado de la fiesta (sea ganadero, torero o espectador) que un toro cuando acomete de largo y un torero serio que tenga la honestidad de ponerse frente a él.

La suerte varas no debería de encontrar detractores en las filas de los taurinos, al contrario, nuestro reconocimiento a la suerte más importante que nace en el laboratorio de tientas, labor por excelencia que nos exhibe la plenitud de la bravura.