Hablemos de cine... y de “Mi amigo, el gigante”

 

¿Habrá perdido ya Steven Spielberg su magia? Es lo único que estuve pensando mientras veía esta película, que a pesar de estar muy bien realizada y producida se siente completamente artificial y hueca. Técnicamente es magnifica y la música estupenda, pero la historia no trasmite nada y se queda muy muy lejos de lo que un fan de Spielberg podría esperar. Con Mi amigo el gigante, el director se centra en un cine dedicado a los más pequeños, algo que ya le dio éxito en el pasado con títulos como E.T el extraterrestre. En aquel caso, nadie se pudo resistir a los encantos de un título que ha pasado a la historia del cine con todo merecimiento, pero en el actual, la historia basada en un cuento de Roald Dahl, los resultados fueron muy diferentes.

Y es que nos encontramos ante una película sin chispa, sin gracia, que se hace larga y cuyo único aspecto positivo lo encontramos en el apartado técnico. Con un inicio prometedor, a medida que avanza el metraje se va diluyendo y haciendo pesado hasta un final irrisorio y ridículo, casi una parodia podríamos decir. La cinta tiene un ritmo demasiado lento y pesado para el público que va dirigido, es soporíferamente aburrida para un adulto, y demasiado larga para los pequeños. 

El film contiene un arranque espléndido mostrando un Londres de ensueño. Las escenas presentan lo que la mayoría tenemos en la mente cuando pensamos en la capital de Inglaterra. Precisamente la entrada precipitada en el mundo de los gigantes, sin apenas presentaciones, hacen que la sensación de incomodidad se haga presente demasiado pronto. La trama se estanca en el interior de la cabaña del gigante protagonista, al igual que lo hace el resto del metraje que transcurre en esta dimensión poblada por temibles seres come humanos. Las referencias están presentes, los ingredientes también, el maridaje es lo que falla. Hay una sensación constante de claustrofobia argumental, muy probablemente heredada del propio cuento del que se parte. No sé ha querido ir más lejos y expandir el relato para hacerlo más disfrutable en un pantalla grande.

La niña (Ruby Barnhill) es de lo más pedante que he visto en actores infantiles, mark Rylance logra una destacada actuación digital. Los personajes humanos carecen de personalidad. Vaya, de verdad es una película complétamente insípida. Está lejos del Spielberg grade. Buscaba proponernos un viaje de imaginación, de sentimientos, de amistad y de aventuras pero no logra capturar.

 

*Maestro en Arte Cinematográfico

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