UNA VISITA A CULIACÁN

El valle de Culiacán se ofrece a la vista desde el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en “la lomita”, dibujándose cercanos los contornos de la sierra, cuyos intrincados caminos conducen al poblado de “Santiago de los Caballeros” enclavado en la región de Badiraguato.

El poniente se tiñe de amarillo al atardecer en tanto que el claro azul cielo enmarca el verde de las palmas que proliferan por entre las arterias citadinas, acompañadas de tabachines y jacarandas sin que, de manera por demás sorprendente, los sauces hagan gala de presencia por lado alguno, dejando en entredicho la emblemática melodía de las bandas.

El viajero que conduce sus pasos a Culiacán, recibe invariablemente la advertencia de conocidos y amigos de toda laya de no dar rienda suelta al “ojo alegre” y a “la flor fácil” ya que puede resultar peligroso, lo cual resulta por demás difícil dado el proverbial atractivo físico de la “culichis”, y dado el hecho de que tales devaneos masculinos pueden muy bien resultar en extremo riesgosos lo mismo en Culiacán que en China, después de todo, como dijera el poeta José Juan Tablada: “la luna es la misma en Nueva York y en Bogotá”.

Pese a la referida advertencia y al huracán vivido en la ciudad tras el lamentable asesinato del periodista Javier Valdez; meseros, taxistas, asistentes de las librarías y de la biblioteca de la Universidad, comensales de cafés y restaurantes y demás transeúntes que pudiese escucharse en las calles, coinciden en que, tras sortear los vendavales que el referido suceso trajo consigo, la administración de Quirino Ordaz Coppel ha rencausado la vida de la ciudad y del estado retornándolos a la tranquilidad pública y a la senda del progreso económico.

Ante la nueva etapa que vive el país, es claro que el PRI tendrá que plantearse la disyuntiva de la confrontación o el diálogo, y es por demás claro que lo mejor para el país en su conjunto será la senda de la negociación cuyo recorrido habrá de comenzar por el aglutinamiento de sus fuerzas en torno a un liderazgo firme y renovado.

Una ardua búsqueda recorriendo plazoletas como la del “General Rosales” y la da al costado de la Catedral, finaliza con la obtención del título buscado, uno de los libros que contiene muchas de las claves de la vida actual del país: “Una vida en la vida de Sinaloa” de don Manuel Lazcano Ochoa; no cabe duda que, como una vez me dijera don Humberto Hernández Haddad, cualquiera que aspire a gobernar el país tiene que tener una comprensión amplia y cabal del estado de Sinaloa, cuyas bellas mujeres inspira melodías entrañables como “el sauce y la palma” cuya letra resuena con toda su enorme carga emotiva en el ánimo de todo aquel que la escuche.

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