Quiero comenzar mi última columna de este 2018 enviándole mi pésame y mis más sentidas condolencias a las familias Alonso Hidalgo y Moreno Valle por la trágica e inesperada muerte de la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso, y su esposo el senador, Rafael Moreno Valle, así como a las familias de los pilotos de la aeronave en la que viajaban y del asistente del exgobernador de Puebla, que encuentren pronto la resignación ante su perdida.
Sin duda alguna Puebla vivió una navidad que pocos quisieran tener, pues el pasado 24 de diciembre lo que pareciera un accidente aéreo más, de los tantos que ocurren alrededor de mundo, se convirtió en la tragedia poblana, pues en la aeronave que se desplomó y ardió en llamas, viajaba la gobernadora del estado, perdida que dejaría sin cabeza la dirección a la entidad.
Pero no caeré en la lista de actores de la vida diaria que desde el primer instante han tomado partido del suceso para opinar que fue un plan malvado del exgobernador para escapar de una supuesta “auditoria”, ni para afirmar que todo fue una orden proveniente de la oficina de Andrés Manuel López Obrador para acabar con el Morenovallismo, pues ambas son suposiciones que nada abonan al clima político de la entidad en este momento, ni al ánimo de las familias que sólo buscan respuesta a lo que sucedió.
Lo que si haré es un análisis paso a paso por cada uno de los momentos del lamentable suceso, pues Puebla debe mostrar unidad ante la situación ya que todo parece indicar más bien, que la paz en la entidad está más lejana de lo que pensamos, primero hay que reconocer a las autoridades federales, que respondieron, sin freno alguno, ante la emergencia y también al equipo del gobierno estatal pues pese a la caras pálidas por la noticia, se dio puntual información a la ciudadanía de lo que sucedia.
Ya para el segundo día eh de reprobar las actitudes de ambos bandos en sus estratos más bajos, pues empezaron una guerra mediática para buscar culpable, cosa que sólo le compete a las múltiples autoridades que ya se encuentran en el lugar de los hechos para dar respuesta a la incógnita ¿Qué sucedió?, otro sujeto que debería guardar silencio es Luis Miguel Barbosa, pues desde el segundo día comenzó con un carrusel de medios, que a él no le correspondía, al grado de manchar a su grupo político al afirmar en un espacio que “no era la primera vez que ocurría un magnicidio” y déjeme decirle señor que ese no es un “pequeño” error y mucho menos lo comete cualquiera.
Actitudes a reprobar, también están las del grupo que apoya a los difuntos, pues el funeral con las cenizas de los mismo, no era el lugar para gritarles “asesinos” a sus adversarios, por el contrario era un lugar para honrar y recordar los mejores momentos de aquellos que se nos adelantaron en el camino, aunque también creo que si alguien “merecía” esos gritos como líder del grupo opositor era el mismísimo presidente Andrés Manuel López Obrador, y no debía cometer la canallada de enviar a la señora secretaria Olga Sánchez a recibir dichas ofensas, que repito tampoco fueron correctas.
Otros de los errores cometidos desde el día de la tragedia son la serie de descalificaciones que el presidente de “todos los mexicanos” hace contra aquellos que lo están atacando en redes o incluso de quienes (desde su dolor) le gritaron lo antes mencionado a la secretaria de Gobernación, pues con ello simplemente fragmenta más al país de lo ya fragmentado que esta.
Sólo le recuerdo al señor López Obrador como se referían sus seguidores a los expresidentes Calderón y Peña Nieto, quienes (sin justificar sus acciones) aguantaron seis años de insultos mediáticos dándoles el lugar que merecían, simples insultos cobardes realizados en el anonimato de una red social, pero jamás usándolos como pretexto para esconder sus filias y sus fobias para evitar encontrarse con sus adversarios políticos, incluso en sus funerales como ocurrió el pasado 25 de diciembre.
El último acierto que citaré es el apoyo, la importancia y el peso que se le está dando al hecho, pues el gobierno federal parece estar comprendiendo que se acabaron las campañas y que “El Peje” quedó a un lado, pues ahora es Andrés Manuel López Obrador el que está tomando decisiones que afectan o benefician a todo el país.
Ahora bien, Puebla se encuentra en una situación de crisis, pues no tenemos gobernante, nuestra mandataria estatal murió, lo que nos deja en una condición de inestabilidad política y económica, pues hay quien tome las decisiones, razón suficientes para estar unidos y en las elecciones extraordinarias salir a las urnas para elegir al mejor perfil para que dirija el rumbo de nuestro estado los próximos seis años, no es tiempo de divisiones, por el contrario es momento de dejar de lado los colores para ver hacia adelante y regresarle a Puebla la magia que desde hace unos años perdió.
Para quienes perdieron un hij@, espos@, padre, madre, herman@, amig@, la mejor manera de honrarl@ es siguiendo las enseñanzas que en algún momento les brindó y el seguir luchando por los ideales que siempre presiguió.
Para quienes no eran participes de sus acciones o ideas (pues reconozco que tampoco eran blancas palomas, lo mejor que se puede hacer es guardar respeto por los deudos y buscar desde su trinchera hacer una mejor Puebla y un mejor México, sin caer en ofensas ni historias de fantasía.
En lo personal, reitero mis condolencias a quienes perdieron a alguien en ese trágico accidente y conservo el recuerdo de dos políticos incansables que cometieron errores que quedarán para la historia pero que también le dieron a Puebla el lugar que merece en el escenario internacional, descansen en paz Martha, Rafael, Héctor, Roberto y Marco, no es un adiós sino hasta pronto.
P.D. Si alguien sabe el paradero se Cesar Yañez que le avise que ya comenzó la cuarta transformación, pues desde aquella boda “fifi” nada se sabe de él.
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