Cine Variedades: el más grande de Puebla y México en el siglo 20 | Los tiempos idos

Colaboración Especial: El Sol de Puebla

El cine teatro Variedades fue el más grande de México en el siglo 20. Aunque el edificio sigue conservando algunos rasgos de su origen, en la actualidad alberga una tienda de telas que poco recuerda su esplendor.

A pesar de que hoy tu celular te lo da todo “peladito y en la boca”, acudir al cine y disfrutar del séptimo arte antes de la era digital, era todo un suceso. Tenías que comprar El Sol de Puebla y checar la cartelera. Llegar temprano para hacer fila en la única taquilla que había y más fila para entrar a la sala y, en su caso, apartar lugares con tu suéter. ¡Había permanencia voluntaria! y podías quedarte en el cine hasta que el cuerpo aguantara para aventarte la misma película una y otra vez, o vagar por distintas salas, pagando un solo boleto.

 “Cuando tenía 6 años yo iba con mis papás a la función especial vespertina del cine Variedades que era uno de los mejores. Veíamos 3 películas seguidas de la Época de Oro del cine mexicano, con artistas como Jorge Negrete, Pedro Infante, Ana Luisa Peluffo y Silvia Pinal, mujeres con unos cuerpazos que lucían unos vestidos hermosos. Eran películas con temas bonitos de esa época que yo no viví, pero sí disfruté a través de mis hermanas que eran más grandes, la mayor ahorita tiene 96 años”, relata Evita Ramos Vargas de 72 años.

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Agrega que después de estar toda la tarde en el cine, pasaban al “callejón del Variedades” para comprar tortas con “las gordas”, un par de hermanas que, según Evita, parecía que estaban regalando las tortas que eran deliciosas, y por lo mismo no te comías solo una, por lo menos dos, y la gente se las llevaba por bolsa.

Por su parte, doña Tere, recuerda que en el intermedio de cada película se podía pasar a la fuente de sodas para comprar lo tradicional, vendían helados envueltos en un cono de cartón que te tenías que comer rápido porque se deshacía. Dice que al salir del cine era obligación pasar por las tortas de “las gordas” que eran de lomo, milanesa, mollejas, queso de puerco y que acompañabas con un refresco Lulú o Pato.

EL ESPLENDOR

“Los años setenta, fueron la Época de Oro del cine Variedades. Era el más moderno de Puebla, estaba recién remodelado y ya tenía cortinas, alfombras, iluminación a todo dar y aire acondicionado. Recuerdo haber visto películas exitosas de esa época como Aeropuerto 75, Infierno en la Torre y Terremoto con Charlton Heston”, comenta Jorge Eduardo Zamora Martínez.

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Refiere que en las tardes se podían ver dos películas, la primera a las 4 y la segunda a las 6; los domingos había matiné y se proyectaban tres películas, desde las 10 de la mañana hasta la 3 de la tarde, pero si querías podías quedarte para ver otro juego de películas.

“En las matinés se podían ver todas las películas del comediante Jerry Lewis como la de El profesor chiflado, y las caricaturas de Disney que ahora se pueden ver en redes sociales: Box Bunny o Porky, entre otras”, afirma.

Para quien quisiera aventarse el maratón de películas no era tanto problema porque, entre cada  una, había un intermedio de 20 a 30 minutos que la gente aprovechaba para estirar piernas, ir al baño y comprar dulces o palomitas.

Foto: México en Fotos

De acuerdo con el entrevistado, el estreno de una película causó gran revuelo en Puebla, hubo tumultos y tiraron las puertas de cristal, porque la exhibieron a media noche y era de terror: El Exorcista con Linda Blair.

“Eso fue en 1974 y un años después, en el 1975, el cine Variedades fue el primero que exhibió películas eróticas a media noche, toda la serie de Emmanuel con Sylvia Kristel. La censura puso el grito en el cielo, en cambio hoy las puedes ver en redes sociales y hasta te parecen tiernas”, advierte.

SUS INICIOS

Zamora Martínez, quien es el conocido historiador Barón Rojo, refiere que el cine Variedades se construyó en lo que fuera el convento de Santa Catalina, sobre la 3 norte, entre la 2 y 4 poniente. Era propiedad de William O. Jenkins pero fue administrado por los Espinosa Yglesias, primero el papá y más tarde los hijos.

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En sus inicios fue teatro, se inauguró el 31 de octubre de 1908. Entre otras, ofreció funciones de ópera y zarzuela. Tres años después, se incendió y fue remodelado. Se re inauguró como cine en febrero de 1923. Contaba con aforo para 2 mil 500 personas sentadas, que más tarde se redujo a 2 mil para comodidad de los asistentes.

“Era común que los cines sufrieran incendios porque, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, la película para filmar estaba hecha de celuloide con una sustancia altamente explosiva que se llamaba bromuro de carbono; tan explosiva que, Kodak fabricó granadas incendiarias. Los proyectores necesitaban un sistema de refrigeración con ventiladores potentes porque la lámpara de proyección alcanzaba temperaturas muy altas”, expone.

Dice que cuando el cine era mudo, a la mitad del foro en la parte de abajo, había un pianista que le daba énfasis a las películas, ya fuera en acción, romanticismo, etcétera. El Variedades fue el primer cine sonoro y en 1936, proyectó una de las mejores películas de la historia del cine: Lo que el viento se llevó.

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En los ochenta, vino la crisis y surgieron las videocaseteras, lo que provocó que pulularan los videoclubes por toda la ciudad y la gente prefiriera quedarse en su casa a ver películas, asegura Zamora, quien señala que cualquiera conseguía películas, las copiaba y las rentaba en su casa, aunque no se le llamaba piratería porque no existía una ley. Fue el alcalde poblano, Victorino Álvarez García, quien establece un reglamento para la renta de películas a nivel nacional; así surge el término “piratería”.

El Barón menciona que en el año 1939, junto al Variedades se inauguró El Coliseo, otro cine de grandes dimensiones famoso por su arquitectura art decó. Ambos llegaron a ser de los más importantes en Puebla. Este nunca fue remodelado y tenía un aforo para 2 mil 500 personas.

El cine Variedades y el Coliseo fungieron como tal hasta 1988. Fueron rentados en 1997 a una empresa comercializadora que modificó un poco las fachadas y tumbó el muro que los separaba para hacer una gran tienda de telas.

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