La Biblioteca "Lafragua" resguarda texto de más de 450 años

La Biblia, que es, los sacros libros del Viejo y Nuevo Testamento. Trasladada en español es el título de uno de los textos más valiosos de la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la BUAP: la primera traducción completa de la Biblia de los idiomas originales (arameo, hebreo y griego) al español.

Publicado en 1569, este volumen es uno de los mejor conservados de los 32 que quedan en el mundo, sobrevivientes de un tiraje de 2 mil 600 ejemplares. De acuerdo con Mercedes Isabel Salomón Salazar, directora del recinto universitario, la conocida “Biblia del Oso” guarda en sí toda una historia.

            El responsable de esta traducción, Casiodoro de Reina, religioso jerónimo del Monasterio de San Isidoro, de origen sevillano, comenzó su proyecto 10 años antes de que su trabajo se materializara en papel. Debido a su simpatía con los ideales del protestantismo, durante ese lapso se vio obligado a huir por distintas ciudades de Europa, como Frankfurt, Londres, Ginebra y Amberes, perseguido por la Inquisición de la Corona Española bajo el reinado de Felipe II. Tras una estancia en Frankfurt, Alemania, Reina se trasladó a Londres tras la coronación de Isabel I, quien abrazó al protestantismo en su país. El religioso gozó incluso de una pensión por parte de la monarca, la cual perdió en el momento que contrajo nupcias.

            Ante el acoso que sufría por espías españoles, Reina se vio forzado a huir nuevamente, refugiándose en Amberes para luego regresar a Frankfurt, no sin antes entregar su manuscrito al Obispo de Londres. Se cree que estando en Frankfurt le fue devuelta la traducción. Cerca de 1564, bajo la protección de la duquesa Renata de Montargis, tres teólogos -Antonio Del Corro, quien le insistía a Reina completar su traducción; Marcos Pérez, un financiero español, y el mismo Reina- estuvieron protegidos en el castillo de Montargis cerca de Fontainebleau, lo que les permitió tener tiempo suficiente para concluir en 1566 la traducción y reunir los fondos para su impresión. Sin embargo, todavía le tomó un año más al traductor completar sus notas y algunas otras correcciones.

            En 1567 se mudó a Basilea donde finalmente la culminó y solicitó los permisos correspondientes para que pudiera imprimirse en un idioma distinto al latín, griego, hebreo y alemán. Un año después obtiene el permiso de imprimir, pero el encargado del taller de impresión, Johan Herbst, había fallecido. Ante este nuevo obstáculo, Thomas Guarin decidió asumir la responsabilidad que implicaba en aquel entonces imprimir el libro de un autor perseguido por la Inquisición.

            Para impedir que el tiraje fuera condenado por la Corona Española -y a modo de seudónimo-, se decidió colocar en la portada una ilustración “cripto simbólica […] para hablar un poco del autor sin mencionar nunca su nombre”, comenta Salomón Salazar, basándose en un artículo de María Dolores Alonso Rey (Universidad de Angers, Francia).

          Así, el ejemplar que resguarda la Biblioteca Lafragua mantiene en sus primeras páginas la imagen de un oso que, con las patas delanteras recargadas en un árbol, lame la miel que cae de un panal.

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