Diálogos en el infierno | Los retos de la oposición en México, parte 2

La entrega anterior presentamos la primera parte de esta reflexión sobre los retos de la oposición en las elecciones de este año.

Hablamos de la batalla política como una batalla cultural que comienza con el significado de las palabras, y dijimos que la narrativa oficialista es la que predomina en la mayoría de la sociedad sin que la oposición hubiese posicionado su versión de la realidad. En esta entrega hablaremos de la polarización como estrategia que obliga a poner atención en el mensaje y en sus significados. Cuando el mensaje político polariza no da lugar a la indiferencia, obliga a que la audiencia tome una postura, así es como han tenido éxito los populistas autoritarios en el mundo y en Latinoamérica. Finalmente, hablaremos de un brillante artículo de Fernando Vázquez Reigada en el que plantea los significados de la elección del 2024.

Polarización, exaltación del resentimiento y las soluciones simples

La polarización la provoca el régimen y le favorece. Como lo menciona Enrique Quintana en su columna del Periódico El Financiero: “la polarización como estrategia es muy útil para movilizar puesto que activa miedo y emociones… en escenarios de polarización extrema donde el debate electoral se convierte en una batalla existencial, es más fácil explotar miedos y emociones, de ese modo aumentando las ansiedades y la sensación de inseguridad. Ante esa situación, los discursos antagonistas y simplistas, que reducen cuestiones complejas a falsos binarios suelen tener más éxito, ya que alivian esa ansiedad y dan una falsa sensación de control y pertenencia.”

“Es el terreno perfecto para las batallas culturales en las que las lógicas populistas e identitarias pueden triunfar. El ‘otro’ al que se refieren los populistas autoritarios es la raíz de todos los males, y por lo tanto, todo está justificado para combatirlo: la desinformación, ampliar el poder ejecutivo, o debilitar el poder judicial, son ejemplos clásicos de las tácticas autoritarias.”

El camino de Milei, Bolsonario y del fosfo fosfo

La política en la era de la posdemocracia ha cambiado, los liderazgos políticos que triunfan en las elecciones se han convertido en abusadores del lenguaje, las formas y los símbolos.

Lo dice Juan Miguel Zunzunegui con mucha claridad en su libro Falsificar la Historia. “No es posible mantener el poder por la fuerza, el sometimiento no debe de ser burdo sino sutil, lograr que la masa acepte ese fenómeno. Lo anterior es sencillo porque nuestra mente vive de símbolos y narrativas, y de esas dos cosas se construye una estructura de poder: símbolo y narrativas donde se mezclan la esperanza y el miedo.”

“Los nuevos populismos, ultranacionalismos y radicalismos de derecha e izquierda, que cada vez se funden más entre sí, son la prueba contundente del fin de la democracia conocida en los albores del siglo XXI. En la posdemocracia todo gira en torno a prostituir la idea de pueblo, a prometer, a regalar, a señalar culpables y prometer venganzas, a vender futuro y pasado, y lo más importante de todo, a exaltar tus emociones negativas y someterte a través de ellas.”

Son pocos los líderes moderados que en elecciones democráticas recientes han derrotado a contrapartes populistas. Joe Biden y Emmanuel Macron son apenas un par de ejemplos en los que un discurso de centro venció a radicales como Trump, Le Pen y Melenchon. En España no han sido los candidatos sino los propios partidos, el PSOE y el PP, quienes han mantenido a raya a los populismos de izquierda de PODEMOS y de derecha de VOX.

¿Qué hay en Estados Unidos, Francia o España que favoreció a los moderados y no a los radicales? Primero habría que decir que son un peligro latente, los populistas están ahí y parecería que tarde o temprano tomarán el poder en EEUU y en Francia. Si no lo han tomado o lo perdieron es gracias a las clases medias ilustradas que ha rechazado esos discursos estridentes. Sin embargo, en estos tiempos de posmodernidad, la razón ha cedido el protagonismo a las emociones. Hasta los más ilustrados suelen perder el juicio y dejarse llevar por sus impulsos.

Los casos más cercanos a México son Brasil y Argentina. En esos países latinoamericanos los discursos populistas de derecha conservadora (Bolsonaro) y derecha libertaria (Milei) son los que han podido derrotar a los populismos de izquierda. Es decir, el centro racional no mueve masas electorales en América Latina. El ideal de una política estructurada por razonamientos que compite mediante la confrontación civilizada de proyectos y programas es un sueño para otros tiempos. Lo de hoy es el lenguaje que rompe las barreras de las buenas costumbres y se atreve a decir las cosas de una manera estridente que polariza y obliga a las audiencias a tomar postura, a favor o en contra, no hay lugar para los indiferentes.

Los recursos del lenguaje van más allá de las palabras. Las redes sociales ofrecen la posibilidad de posicionar video, imágenes y símbolos de manera casi inmediata. La comunicación política de hoy pone mucho más énfasis en la forma que en el fondo, en el símbolo que en su contenido. Un ejemplo reciente del poder de las plataformas digitales utilizadas con astucia es el del arrepentido aspirante presidencial Samuel García. Unos simples tenis de color naranja fosforescente en pocos días lograron representar cambio, modernidad, arrojo y otros tantos atributos para millones de mexicanos, la mayoría jóvenes. Quedamos algunos que rechazamos esa clase de mensajes porque caemos en cuenta de que se trata de campañas huecas, carentes de realidad. Sin embargo, ya pocos tienen tiempo para pensar y reflexionar, lo de hoy son los impulsos.

La imagen y el discurso de Xóchitl

Si parce diferente entonces representa cambio pero como todo cambia tan rápido, lo que apenas hace algunas semanas generaba una sensación refrescante para la política, hoy representa los peores valores de los neoliberales que gobernaron al país, esa es Xóchitl. El reto para la oposición es volver a refrescar la imagen de su candidata, utilizar sus fortalezas (que son muchas) para ganar un espacio simbólico coherente con las expectativas de millones de mexicanos que no creen o al menos dudan del proyecto autoritario de López Obrador y MORENA.

En su columna “El Dilema del 2024” Fernando Vázquez Rigada afirma “Toda elección presenta un dilema que debe plantearse al electorado. Una visión sobre su propio futuro. No el de una entelequia: algo tan sensible, cercano, comprensible y querido como su familia. Su hogar. Su vejez. El dilema de una elección posee varios niveles. El más básico es continuidad o cambio. Bajo esa dualidad, viene la definición profunda del porvenir de las personas.”

“Cuál es el dilema profundo de la elección del 2 de junio? Dictadura con pobreza o libertad con bienestar. Si se respalda la primera, hay que votar por la continuidad. Si se aspira a la segunda, hay que votar por el cambio. Esta proposición binaria no es una exageración. La continuidad del morenato está planteada para destruir a las instituciones, cercenar la democracia, destruir la libertad e instaurar una dictadura de partido único.”

Lo dicho por Vazquez Reigada resume con claridad el significado de la elección del 2024 y resonará en amplios segmentos del electorado, todo es cuestión de decirlo y decirlo bien. Por ahí debería de construirse la narrativa opositora.

 

 

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