Por: Nora Merino Escamilla
Durante seis años, los voceros del viejo régimen repitieron hasta el cansancio que la Cuarta Transformación era puro discurso, que los programas sociales solo generaban dependencia, que el aumento al salario mínimo iba a disparar la inflación, que no había crecimiento, que el gobierno no tenía rumbo. Se burlaban de la política de bienestar y llamaban “populismo” a lo que hoy se traduce en algo muy concreto: menos pobreza, más dignidad.
Hoy los datos hablan. Y hablan fuerte.
En 2024, la pobreza en México bajó a 29.6%. Eso significa que más de 16 millones de personas salieron de la pobreza entre 2020 y 2024. Más impresionante aún: la pobreza extrema bajó de 8.5% a 5.3%. Esto no es una cifra abstracta, son casi 3 millones de personas que ya no viven sin lo básico para sobrevivir. Y mientras tanto, la población no pobre y no vulnerable —es decir, gente con un piso firme para vivir dignamente— creció a 32.5%. Más de 42 millones de personas están ahora en esa condición.
¿Eso también lo van a minimizar? ¿Van a seguir diciendo que nada ha cambiado?
Porque además no es solo una reducción de cifras. Es una transformación de fondo. Las carencias sociales estructurales también han disminuido:
- El acceso a vivienda digna y servicios básicos ha mejorado de manera sostenida.
- Y lo más significativo: la carencia alimentaria pasó de 22.5% en 2020 a 14.4% en 2024. Eso quiere decir que 9 millones de mexicanas y mexicanos dejaron de padecer hambre. No hay argumento que justifique ignorar eso.
Y no, esto no fue magia ni casualidad. Es el resultado de una visión de gobierno que decidió poner al pueblo en el centro de las decisiones. Con Andrés Manuel López Obrador y ahora con la presidenta Claudia Sheinbaum, se demostró que cuando se gobierna desde la izquierda, con honestidad, austeridad y compromiso, se puede romper el ciclo perverso de la pobreza estructural.
Mientras los de siempre siguen cuidando sus privilegios, el pueblo está viendo y sintiendo los resultados. La política social, que tanto criticaron, está cambiando vidas. Las pensiones para adultos mayores, las becas para jóvenes, los apoyos a mujeres jefas de familia, los precios de la energía estables, el aumento histórico al salario mínimo… todo eso es lo que ha hecho posible que millones de personas vivan hoy con más seguridad, más estabilidad, más esperanza.
¿Y qué hace la oposición? Nada. Criticar desde la comodidad. Porque claro, no les duele el hambre. No se preocupan por la escuela pública. No han tenido que elegir entre pagar la luz o comprar medicina. Lo suyo siempre ha sido administrar la pobreza, no erradicarla. Lo suyo ha sido el discurso vacío de la “eficiencia” que solo benefició a unos cuantos.
Y sí, esos mismos impresentables de siempre —como Alito Moreno, Marko Cortés y los que se dicen “moderados” mientras protegen el fuero y se reparten plurinominales— ahora están calladitos. Porque no tienen cómo negar lo evidente.
La Cuarta Transformación funciona.
Claro que falta mucho por hacer. Nadie dice que todo está resuelto. Pero lo que no se puede negar es que el camino es correcto. Porque cuando las decisiones políticas se toman con justicia, los resultados no tardan en llegar.
Y mientras la presidenta Claudia Sheinbaum avanza con firmeza, extendiendo esta visión a todos los rincones del país, con liderazgo técnico, sensibilidad social y carácter, los resultados seguirán llegando. Porque no se gobierna con ocurrencias ni slogans vacíos, sino con estrategia, con ciencia, y con el pueblo en mente.
Hoy México es un país más justo. Y eso incomoda a muchos.
Pero ni modo. El país cambió. Y los datos lo respaldan. Lo que antes era privilegio, ahora es derecho. Lo que antes era asistencialismo, hoy es justicia social.
Entonces, ¿ahora qué van a decir? ¿Que fue suerte? ¿Que fue coincidencia? ¿Que el hambre bajó sola?
No. Fue decisión política. Fue trabajo del gobierno. Fue resultado de poner primero a los de abajo. Y eso, compañeras y compañeros, es gobernar desde la izquierda