Cuidar la infancia, cuidar el futuro

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Por: Nora Merino

Cada 30 de abril, celebramos el Día de la Niña y el Niño con sonrisas, juegos y actividades que llenan de alegría escuelas, hogares y espacios públicos. Es un día bonito, sí, pero también debe ser un recordatorio profundo: la infancia no es solo una etapa de la vida que hay que acompañar con ternura, es una responsabilidad colectiva que nos interpela todos los días.

Porque ser niña o niño en México no siempre significa tener una vida protegida y feliz. En nuestro país, millones enfrentan condiciones de desigualdad, violencia, abandono o falta de oportunidades. Y por eso, más allá de un festejo simbólico, el Día de la Niña y el Niño debe ser un llamado urgente a garantizar sus derechos y a colocar su bienestar al centro de todas las decisiones públicas.

La infancia es la etapa más valiosa y frágil de la vida. Es donde se construye la autoestima, la seguridad, la capacidad de soñar y de confiar. Y por eso, proteger a la niñez no es un gesto de buena voluntad, es una obligación del Estado, de las familias y de toda la sociedad. Porque lo que no hagamos hoy por las niñas y los niños, lo pagaremos mañana como país.

Como madre y como legisladora, tengo claro que el presente de nuestras niñas y niños define el futuro de México. De nada sirven los grandes discursos sobre desarrollo si no somos capaces de garantizarles salud, educación, alimentación, espacios seguros, cariño, respeto. De nada sirve hablar de transformación si la niñez sigue siendo invisible, o si sus derechos se subordinan a intereses adultos.

Cuidar la infancia también significa cuidar esa parte nuestra que nunca debe desaparecer. La capacidad de asombro, la alegría espontánea, la imaginación sin límites. Acompañar a las niñas y los niños no es solo protegerlos, es escucharlos, creerles, darles espacio para ser y para crecer sin miedo.

La Cuarta Transformación ha puesto sobre la mesa la necesidad de cambiar muchas cosas, y una de ellas debe ser nuestra relación con la niñez. No basta con programas sociales —aunque son fundamentales—. Necesitamos una cultura que valore a las infancias como sujetas de derechos, que deje de romantizar la pobreza infantil, que deje de tolerar cualquier forma de violencia y que garantice, de verdad, una vida digna para todas y todos desde el nacimiento.

En Puebla, como en todo México, hay miles de niñas y niños que viven con alegría, pero también con carencias. Que sueñan en grande, pero que a veces no encuentran adultos que los escuchen. A ellos debemos mirar con honestidad y actuar con decisión.

Este 30 de abril, celebremos, sí. Pero también comprometámonos. Con cada política, cada presupuesto, cada decisión, debemos preguntarnos: ¿esto protege a la niñez? ¿Esto mejora su vida? Porque la infancia no puede esperar, y el futuro de México depende de que hagamos lo correcto, hoy.

Por ellas y ellos. Por lo que fuimos. Por lo que aún podemos ser. Cuidar a la niñez es cuidar lo más sagrado que tenemos como sociedad: la posibilidad de un mañana más justo, más amoroso y más libre.